lunes, 7 de mayo de 2012

¡Taxi!


Hoy, he temido por mi vida y la de Gormiti.
Y no es una exageración. Os relato la experiencia, pero antes, un preámbulo.
Aquí no conducen como en Roma que tienes que ir con un casco de moto dentro del coche de mientras rezas un rosario, ni van a doscientos por hora en ciudad aunque practicamente todos los vehículos tienen entre doscientos y cuatrocientos caballos. Bien es cierto que sí se pueden hacer giros de 180 grados, que los intermitentes son el gran desconocido y que, un paso de peatones, es una incógnita para ellos.
Pero en resumen, si has estado acostumbrado a conducir en Madrid (y no es para nada por alardear), hacerlo aquí es pecata minuta. Y si guardas una distancia de seguridad de 50 metros, te puede pintar bastante mejor.
Continúo.
En España, en Madrid, un taxista castizo puede amenizarte el trayecto relatándote desde la receta de unos callos a la riojana, pasando por su Semana Santa en Castromocho o tocar los temas estrella; el tiempo y el tráfico.
Pero te dan conversación. De acuerdo que a veces te apetece como que te arranquen las muelas de cuajo, pero te dan "palique".
Y voy al asunto en cuestión.
Aquí la mayoría no todos, ni responden al "hello, good morning" de un niño de 3 años como es Gormiti. Son más rancios que una punta de jamón pasada.
Bien, pues esta mañana hemos cogido un taxi suicida.
Ha ido esquivando todos los coches de los cinco carriles y a medida que llegaba la incorporación por donde teníamos que ir a la derecha, pensaba en cómo iba a cruzarlos de golpe.
Pues ha girado el volante con la mano abierta  como si éste quemase, ha cruzado la pierna derecha sobre el asiento dejando a su libre albedrío los pedales y por supuesto, han chirriado todas las ruedas. Todavía no sé como lo ha hecho posible.
Entonces es cuando ya, ha coronado mi momento de temor con el de incredulidad; llevaba  unas patatas en los calcetines, como puños. Pero no como mis puños, sino como los de Gasol.
De no creer.
En fin, bendito el alivio cuando nos hemos bajado y, al borde de la taquicardia, por primera vez he agradecido sentir los 40 grados de las 11 am.

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