miércoles, 28 de enero de 2015

Dos semanas y pico ago

Hola a todos mis fieles y querídisimos  inquilinos del Alquiler de los Valientes.
Las cosas que me suceden a mí, le ocurren a mucha gente, pero es que yo tengo que contaroslo porque me parece, que es digno de una entrada.
Veréis. 
Yo, soy doña angina. Tengo dos aguacates flanqueando a mi señora campanilla. Y a la mínima que cambia la temperatura, zas, los aguacates mutan y caigo en picado. Pero este año he sobrevivido y no me ha quedado otra que aguantar estoicamente.
Yo. La única superviviente a esta pandemia de virus de ocho cabezas, doce rabos y treinta y cinco patas.
"No me hace falta comprar una maleta porque las llevo vacías". Decía yo mintiéndome a mí misma.
Y ese síndrome de diógenes navideño trepaba ya por las paredes.
"Oye Antonio...que tienes que ir al chino a por una maleta. Grande, la más grande.Pero barata que luego Don Hongo la coge de casa de vacaciones".
Y, con tres maletas como tres camas de 90, con tres mochilas, con una maleta de mano, con dos niños, un carrito y con enfermedades fiebrosas, nos fuimos al aeropuerto.
Entonces me llega la señorita ideal finísima, con un carmín de labios de Chanel y sus carillas dentales, mira a mi pobre marido y su tiritona y dice así: " si no tienen billete de salida de Lima, no pueden viajar. Es obligatorio para entrar en el país. Como el niño no entra en la cuna, tranquilos que van los tres sentados juntos pero el cuarto asiento va vacío". (Acordaros de esto).
Y yo, que era la única sana entre tanta "itis", le respondí: " ¿y por qué cuando vine la primera vez no hubo problemas? porque no tenía billete de salida". (como me sonrías y me vuelvas a enseñar tus carillas dentales de 2000 euros cada una, te las arranco fíjate). 
"Señora, eso no puede ser. Puede comprar unos billetes reembolsables aquí al lado y luego cuando esté en Lima pedir que le devuelvan el importe". 
Pastizal por un viajecito ficticio a Huancayo.
A la venga, a pasar los controles. Que si la leche del niño, que si el sandwich, que si quítese el reloj, que si la cadena, que si el ordenador, que si la sillita, que si el biberón, que si el potito...
Todo esto con los 40 de fiebre de mi señor esposo y Martín con un "jarenever" en el cuerpo que no sabía si iba o venía.
Montamos en el avión.
POR SUPUESTO no había cuarto asiento. Tres asientos. 
30 minutos de retraso.
Bájense del avión que esta roto (así, roto, como cuando se te rompe el trapo de cocina, roto como una buena patata en el calcetín. !!!!Roto!!!!! pero que volamos 200 personas, ¿cómo que roto?.)
Roto. Ro to.
Con los niños en brazos que ya estaban fritos, coge toda la parafernalia y para abajo.
En una hora que nos dicen algo y en una hora que no nos dicen nada.
1: 00 de la madrugada.
Que todavía hay problemas en el avión, que se jodan y les den que es muy bueno para la vista.
A la, pues los niños a dormir en las sillitas del aeropuerto con un banderín como los cochecitos de choque.
2:00 de la madrugada.
Que no hay tu tia, que te vayas a tomar un café y un sandwich que es gratis. Y las 200 personas haciendo cola en una cafetería de madrugada para coger un sandwich de atún con mayonesa que TODOS SABEMOS que nadie se iba a comer, pero que como era gratis...
3:00 de la madrugada.
Todos con el sandwich cerrado entre las manos.
3:30, que embarquen que ya vamos pa´lla.
Coge a los niños de los cochecitos de choque, coge las mochilas  la más importante con Optimus Prime&Company y vuelve a subir al avión.
Antonio tiritando, con las ojeras pilladas al cinturón de seguridad. Ajr frito de nuevo y yo, con Martín las 13 horas encima. Y la vagaza gafuda de la azafata me dice: "cierre la puertesita por favor".
"Ahora mismo hombre, saco a todos los Optimus de mi hijo de la mochila y a su regimiento de Decepticons y te pasan hasta el carrito de la cena SO VAGA".


Entonces el avión despega, preocupadísima por mi señor marido al que no se le bajaba la fiebre con nada, sacando de la tercera mochila, jarabes, paracetamoles...y esa pastilla. La pastilla KO.
Dormí 5 horas seguidas y Martín no se me cayó de los brazos. Le babee encima eso sí. Se me hincharon los tobillos hasta perder su forma humana como siempre. Pasaron las 13 horas de vuelo y aterrizamos sin problema con ese avión roto. Cuando acabé mis rezos, aparecieron mis maletas que el despojo de mi marido (porque para verlo), pudo dejando su penúltimo aliento, coger y cargar en el carrito mugriento.
Quédense con mis chorizos mis salchichones y mis pancetas. Pero el tomate ni frito ni tocar.
"Ahoritita viene el taxi".
A punto de llorar. Y de estallar después de 20 horas de viaje entre ponte bien y estate quieto. 
Cristo Dios qué calor y yo con las botas de borrego puestas.
El "ahoritita" fueron 30 minutos después. Como vagabundos, descalza, con el peque enganchado en la cadera, las dos mochilas y mi moribundo al lado, llegamos a casa en otra hora y pico. Total...
Y cuando por fin, con el miedo de encontrarme mi casa con percebes en las paredes y una flora champiñonera trepando por los halógenos, solté amarras.
No es que yo sea una super woman.
Ni soy Optimus Prime.
Pero para hacer un viaje así después de un mes en España, con una persona que parecía un enfermo de la UCI, con dos niños pequeños, con retrasos (a parte de los mentales), tomaduras de pelo, CUARTOS ASIENTOS INEXISTENTES, "ahorititas" de medias horas, botas de borrego a 30 grados y dos niños pequeños, hay que ser muy muy machota.
Y sé que cuando me vaya la próxima vez, volveré a tener un capítulo de estos de mear y no echar gota.
¿Por qué no?.