viernes, 18 de mayo de 2012

E.T.



Mi casa...
Teléfono...

¡¡¡¡¡Por fin!!!!!
Antes de ayer, llegaron nuestras cosas. Por supuesto, tuvo su miga de pan de hogaza debido al desconocimiento de algo llamado "puntualidad".
La gestión del papeleo fue lamentable. Que si no sabemos vuestro número de contenedor, que si necesitamos el inventario de vuestras cosas para entregar la documentación en aduanas, que hoy no, que mañana....
Llamaron diciendo que llegarían a las doce y media de la mañana. Pero aquí puede ser de la semana que viene, del mes siguiente o de otro año lunar. La eterna incógnita.
Cada uno hicimos nuestros quehaceres hasta la hora acordada. Mi señor esposo vino del trabajo previo permiso del gran jefe.
Y una hora...y dos...y tres...y cuatro...ni contestaban al teléfono...y de la misma manera que pasaban las horas, iba aumentando la tensión nerviosa.
De repente, aparecen siete señores hablando en un inglés de sudar tinta china. Pero sin prisa, con toda la calma, siete tios oliendo a yakitori metiendo las cosas en casa mientras yo iba cotejando el inventario. Distribuimos las cajas como pudimos sin mirar porque, de una casa de 3 plantas con garaje/almacén a una de dos habitaciones y otras dos tipo despensa...madre del amor hermoso.
Pero, el gran jefe de mi contrario, llamó diciendo que lo quería ya en la oficina y después en una cena. A si que me quedé con Gormiti y los siete yakitoris intentando afinar el oido para entenderlos como fuese.
Aunque resulte increíble, hasta las bombillas han llegado en perfecto estado. Todo estaba embalado y encajado de tal manera que nada podía moverse.
Eso sí, todo estaba con una temperatura...bueno, en realidad como la que hay en el exterior.
Nos montaron las camas, el sofá, la mesa...sacaron cosas y cosas y cosas...no se rieron cuando vieron las botas de esquiar, guantes, bufandas...pero es que claro, una cosa era repartir atuendo de invierno en las casas de los familiares y otra cosa, invalidarles sus armarios.
Cuando empezaron a meter las camisetas en los armarios a matacaballo, pensé "¿que estos tios, sudando como perras y oliendo a curry me van a tocar a mí mis bikinis y mi ropa interior?", de eso nada, prefiero dejarme las vértebras y acabar con las manos como si hubiese ido a los ajos vaciando cajas.
112 fueron.
112 millones de dolores repartidos por el cuerpo. Porque distribuir y ordenar, de light nada.
Pero por fin, tenemos nuestro mullido sofá, nuestra cama, nuestra ropa, los juguetes de Gormiti ...y ahora, también, nuestras parejas: dos batidoras, dos planchas, dos tenderetes,dos neveras...  setencientos platos, cuatrocientos cubiertos, quinientos veinte vasos...me pregunto si yo no tendría diógenes.
El caso es, que el eco ha desaparecido, que ya apetece estar en casa y, no sé por qué, pero la siento más mía que la anterior.




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