sábado, 19 de enero de 2013

No al "amarranamiento"


INTRODUCCIÓN 1:
No recuerdo desde cuando me viene a mí esto de ser presumidilla, porque de pequeña era como una especie de "Mowgli" en lo que a pelos se refiere; lo tenía indomable y siempre lleno de nudos, hasta que mi tia, "la Asún", me llevó un verano a la pelu de su cuñada en Madrid, "la Carmen" y me lo dejaron a lo chico. Apañada estaba, pero por lo menos no parecía que me había metido la minipimer.
Iba casi siempre vestida con las piezas de herencia de la sobrina de la nieta de la hija de la vecina de abajo de una tia mía y mi madre me hacía unos mix entre los pantalones de pana con rodilleras y jerseys de punto, que desde luego, tendrían que haberlos catalogado como maltrato infantil.
Un día, calculando atrás en mi memoria tendría yo...unos 10 u 11 años, vi a la que era una de mis mejores amigas, Raquel, como se llevaba su bolsa de aseo al baño y sacaba su rimmel transparente, un colorete del todo a 100, un pinta morros rosa clavel y un riza pestañas.
Y como con aquellas cuatro cosas, se atusaba y quedaba tan mona (o al menos eso me parecía a mí).
A si que, llegué a mi casa e intenté reunir los mismos "cosmeticos" que ella tenía. Entonces, ocurrió algo; al pintarme los labios a escondidas con ese rosa que por entonces era el típico de las abuelas (y que sigue siendo), me vi espantulenta, de manera, que algo de juicio y criterio a cerca de los potingues y la estética, ya llevaba yo dentro de mí misma y mi mecanisma.

INTRODUCCIÓN 2:
Me encanta ser maruja.
Sí sí, qué queréis que os diga.
A ver, me explico; no me apasiona limpiar de rodillas el rodapie ni tampoco rascar los fuegos de la cocina que se te quedan las manos como si vinieses de recoger ajos (porque yo fregar con guantes no sé), no, pero no puedo soportar que mi casa esté sucia y desordenada. Que no huela bien. Que la ropa no esté ordenada como Dios manda, que las tazas no estén con las tazas y que los platos, estén desparejaos.
Que no puedo oye, que no puedo.
Tuvimos un par de chicas que venían a limpiar a casa cuando mi marido y yo trabajábamos los dos y...ninguna me parecía bien. A todo le encontraba defectos y es porque yo, soy una gran limpiadora.
De manera, que en efecto, me gusta ocuparme de mi casa, ir al super para mí es un planazo, cocinar...y también me encanta coser y pintar...a si que, como decía una amiga de batallas de mi Antonio; eso, es una suerte.
Preguntádselo a él.

TEXTO FINAL:
Pongo entonces toda esta retaila en orden porque si no, no va haber un hijo de vecino que se entere de nada.
Veréis, cuando regresábamos aquí hace ya quince días, en el avión, una chica (encantadora por cierto), así entablando conversación a lo tonto y a lo bobo, me preguntó. " ¿y tú qué haces todo el día sola? ¿no te aburres?" (pregunta que ya me han hecho más de dos y tres veces).
¿Que qué hago yo todo el día?, pues lo que a muchas personas les encantaría hacer; tener tiempo para sí mismas y hacer lo que realmente les gusta.
¿Aburrirme? pero ni un minuto.
"Pero yo creo que al cabo de no un tiempo...me aburriría", me contesta la gente.
No lo sé, a mí todavía no me ha llegado ese momento.
Un momento, quieto parao todo el mundo que aquí hay mucha miga a cerca de lo que escribir (trabajo o no trabajo) y, ahora, yo no voy hacerlo.
El caso es, que yo tengo una rutina que ocupa todas las horas que el peque está en el cole y se me pasan volando.
Y he titulado esta entrada "no al amarranamiento" porque aunque una, sea maruja por causas impuestas o por propio gusto, creo que las mujeres, no tenemos que echarnos al abandono.
No digo que tengamos que llevar siempre una melena con ondas surferas y un outfit de últimísima temporada para bajar a Mercadona a por unos frascos de cardo. (Outfit = ir conjuntá).
No.
Pero cuando una se mira al espejo y se ve maja, bien, en condiciones, sube la autoestima y todo furrula mucho mejor. Yo soy incapaz de salir a la calle con el pelo sucio, con la pestaña sin subir o con una camiseta que no pegue ni con mocos con el resto del conjunto. Ni soy capaz de no ponerme todos los días colonia aunque sea fresquita de bebé y menos, ir con las cejas de esas que hace falta a veces hasta un guarda forestal.
Dicho lo cual; aquí la que suscribe, de momento es maruja porque quiere, porque le encanta y además, cree que por el hecho de querer o, tener que serlo, hay que mantenerse siempre muy muy guapa sin caer en el amarranamiento.









domingo, 13 de enero de 2013

23


Me he traído en la maleta del pensamiento, guardados los 23 días que he pasado en mi tierra de sabor.
23 días de sabores autóctonos, sabores de familia como es esa sopa "al cuarto de hora" con picatostes fritos, chocolate con porras y churros, cocido con bien de condumio, jamón, mucho jamón, arroz con leche, tostadas con aceite de oliva y tomate, judiones de La Granja, vino Rioja, corderito lechal, chorizo de Cuéllar...
Olores a tierra húmeda, a chimeneas, al característico cafetito con tostadas de los desayunos en las míticas cafeterías de Madrid, a castañas asadas, al perfume centenario de mi abuela y uno nuevo para mí que he descubierto y que marcará el 2013, también traigo conmigo el favorito de mi casa concentrado en velas con aroma a naranjo y jazmín.
Y por supuesto, agarrados bien fuerte de mi mano cada día, irán los achuchones de la familia, los incontables besos, los dos días con mi hermano, las risas de mis amigas Cuéllaranas y sus buenas nuevas para este año, parrafadas con otras tantas, paseos por esos barrios tan llenos de historia y encanto, los cotilleos por todas esas tiendas tan peculiares y bonitas...
23 días cansados pero llenos a rebosar de energía que creo, y lo digo con todo el convencimiento, que no se va agotar una vez llegado el verano.
Porque esta ciudad, nos ha dado la bienvenida con un cambio de look desconocido; ha llegado la colección primavera/ verano.
Nos ha recibido con un clima perfecto y que le queda de miedo, que ha hecho que el verde tenga más lustre y sea más vivaz, que hayan podido plantar millones de petunias de colores, que el viento practicamente primaveral, haya despejado el cielo dejándose ver azul y que los pájaros, puedan volar sin temer a Lorenzo.
Hoy, es de esos días en los que tengo el privilegio de poder decir, que soy muy feliz y, muy afortunada.