domingo, 29 de septiembre de 2013

"Du yu espik inglis"


Y con una gota de sudor como un puño cayendo por la sien, muchos responden...; "hombre.....algo sé".
Se le ha criticado a Ana Botella hasta la saciedad en su discurso ante el Comité Olímpico y sí,  con su papel como presidenta de la Comunidad de Madrid, debería haberlo hecho infinitamente mejor, pero también es cierto y seamos honestos, que nos hemos reído de ella cuando no podíamos ni podemos permitirnos ese lujo (ciñéndonos estrictamente al tema del idioma). Me refiero a que (por ponerle una comparación), es como si un analfabeto se riese de un niño de 5 años al escribir las letras de su nombre torcidas e irregulares. Porque señor@s, en España hablar inglés...muy muy poquita gente.
No tenemos ni idea ni somos conscientes, de lo imprescindible que es tener ya no dominio, sino nociones altas de inglés en este caso.
Y os cuento lo siguiente.
Cuando uno se va a vivir a un país donde el idioma es diferente al suyo, simplemente la idea, asusta. Pero cuando pones los pies en esa tierra y no entiendes nada y te das cuenta de que lo poquísimo que sabías en plan indio, no sirve ni para ir a la vuelta de la esquina, entonces te acojonas (y perdonadme por la expresión).
La inseguridad te empequeñece hasta dejarte en un tamaño ridículo.
De repente pasas a ser sordomudo.
Los niveles de dependencia de alguien que pueda traducirte y ayudarte, se vuelven escandalosos.
Y en pocos días, llegas cabizbajo a casa pensando en cómo podrás defenderte sobre todo, en situaciones un poco más complejas.
Personalmente, me sentí como un niño pequeño. No quería ni salir de casa si no era con mi marido porque me daba pánico y no entender ni una sola palabra cuando te hablan, ni saber explicar lo que necesitas o quieres, y más, cuando llevas de la mano a un niño de tres años, es experimentar una angustia inconmensurable.
Pero ya sabemos todos, que las personas no nacemos enseñadas como se suele decir, y también es cierto, que no hay mayor "empuje" que verte obligado hacer algo o aprenderlo en este caso por pura cuestión de supervivencia.
Jamás, siendo franca conmigo misma, llegaré a ser bilingüe porque el maldito inglés, es mi talón de Aquiles.
Antes aprendería a diseñar un cohete espacial, estoy segura.
Pero hay que hacerlo y estoy teniendo una oportunidad que sería pecado capital no aprovechar.
Por supuesto no soy traductor jurado, pero experimentando la situación, sí os puedo decir que cuando se sabe nada o muy poquito, lo más importante, a parte de tener buena actitud y predisposición, es marcarte metas cortas que te den una señal de que estás progresando porque es el único aliciente.
Y quien diga, ya sea curso, academia, profesor...que en 6 meses puedes aprender otro idioma es más mentiroso que Judas. Un idioma es una carrera de fondo, de mucho tiempo y mucha practica. La pronunciación es compleja y has de seguir ciertas técnicas para pronunciar claramente los sonidos y colocar la fonética, estudiar las estructuras gramaticales, aprender mucho vocabulario pero ya no suelto sino en frases hechas...es necesario un buen profesor, no que sea nativo, sino que te sepa enseñar y lo fundamental, saber levantarte cuando un día crees que sabes algo y llegas casa, a punto de llorar de la impotencia porque realmente, no sabes nada.
¿Y si un día tengo que llevar al niño a urgencias? ¿y si me dan un golpe con el coche? ¿y si tengo que llamar al del gas? ¿y si la profesora del colegio me llama para algo? ¿me cuelgo del cuello una pizarra Manley con un rotulador para explicarme?. Entonces te sientas con más rabia delante de los apuntes y es cuando aprendes menos y peor.
Yo he llorado por el maldito inglés y también he dado las gracias por no dominarlo porque ahora podría estar en la cárcel (no saber cagarte en los muertos de alguien también tiene su lado positivo).
El caso es, que con el tiempo, aunque mi circulo de conversación sea en escenarios cotidianos, las cosas han avanzado mucho sobre todo ¿sabéis por qué?, porque he perdido totalmente la vergüenza. Que es lo que nos machaca cuando estamos aprendiendo y de este hecho estoy absolutamente convencida. No importa si coloco los verbos bien, si no conozco alguna palabra, si me hablan tan rápido que colapso o si me encuentro con el típico taxista de la India o Paquistán que habla una especie de híbrido entre ruso-inglés y alguna lengua muerta, ya no importa, me paro a pensar, construyo mi frase, le doy la vuelta e intento pronunciarla lo mejor que sé. Y si no me entienden, lo repito y muy educadamente, respondo que estoy aprendiendo, o si no entiendo, pido que por favor me hablen más despacio.
Y nadie se ríe de tí. Y nadie te trata peor. Y nadie te hace sentir como un corto mental.
Y así, sin vergüenza, la inseguridad (no en su totalidad), se ha ido a Oslo de paseo, ha vuelto la tranquilidad, y el humor.
Lo haremos peor o lo haremos mejor, pero lo más importante, es aprender a comunicarse y seguir siendo independiente porque los idiomas, son la llave de miles de puertas a otros mundos, otras culturas y nunca, nunca, nunca, sabe uno donde acabará aterrizando.
¿O no?.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Por favor, un billete con destino a "Rutina".

Hemos vuelto a los amaneceres escandalosamente tempranos; que el "levantamiento" del sol, ronde las cinco y pico de la madrugada, tenía que estar prohibido por decreto ley.
Y aquí estoy, en el salón de mi casa, con una mascarilla/pócima a base de yemas de huevo y aguacate, espanzurrada por mi corta melena a fin de prevenir unos pelos como cuerdas de guitarra, pero de guitarra eléctrica de esas de las de macarra.
En mi mente, aparece la conversación imaginaria que tuve hace más de un mes:

- Buenos días, por favor, deme usted un billete a "rutina".
- ¿Qué asiento prefiere usted señora?.
- Pues mire, como estoy como un camión cisterna, ya me ve, pues el más cómodo posible, pero eso sí, quiero el primer viaje.
- Aquí tiene señora.
- Pero esto no es un ticket hacia "rutina".
- No señora, aquí pone "paciencia" que no le queda ná, se larga usted a su casa el día 26 de Agosto.

Y efectivamente, llegada la fecha, aquí estábamos, en el destino que quería.
Quería llegar y quería llegar y quería llegar. Ya no por el hecho de que crea que la rutina sea un mecanismo que aporta seguridad y en consecuencia minimiza imprevistos y sorpresas, sino porque uno, yo, después de estar casi tres meses fuera de casa, dormir en cuatro hoteles distintos, tres casas distintas, planchar la oreja en ocho o nueve almohadas también distintas, remover, hacer y deshacer maletas, coger el coche e ir venir, ir, venir, ir, venir, necesitaba calma. Sin más. Estabilidad.
Que no, que no me estoy quejando del verano, para nada. Bien es cierto que mentiría si dijese que no ha sido un poco raro, pero he disfrutado mucho, he visto a quienes quería, a otros no tanto por las circunstancias, he paseado, comido y glotoneado...he disfrutado del fresquito del Norte...pero sí, he terminado cansada y porque soy de las que cree, que como en casa de uno, no se está en ningún sitio.
Unos pensaréis que menudo coñazo volver a "rutina" y después que te viene la depresión post-vacacional...pero no sé, haciendo una pequeña meditación y no de esas en posición de loto que tampoco hace falta profundizar tanto, he llegado a la conclusión de que lo que aburre no son los hábitos regulares, las cosas que se hacen en "rutina" por mera practica sin razonar, sino que lo que nos ocurre, es que muchas veces, carecemos de falta de motivación en nuestros quehaceres diarios.
Ahora bien, no voy a negar que entre "rutina" y "monotonía" hay muy poquita distancia, vamos que si te descuidas, cruzas más allá de la mercería, y ya tienes el pie en el otro pueblo, pero, debemos recordar, que no hay ni un solo día que sea igual y es ahí donde debemos fijarnos.
Yo es que, querid@s, en "rutina" estoy muy a gusto. Siento y palpo el orden y eso sí que es imprescindible (para mí). Me aporta estabilidad y de ahí, me cojo el bus y me voy a un barrio buenísimo; "tranquilidad". Continúo el trayecto y me bajo en "optimismo". Que es otro bien bonito, más que el de Salamanca o los Austrias.
A si que, así os lo digo: he tenido unas muy buenas vacaciones en España, ahora he vuelto a mi casa, al país donde nacerá si Dios o Alá quiere, mi segundo hijo; Martín. Estudiaré y estudiaré y el libro de inglés derribaré. Con una nueva pandi de chicas españolas, en busca y captura de una persona del hogar y, empezando unos pequeños protocolos de belleza porque los embarazos, causan estragos y reparten leña "a dolor" como se dice en mi pueblo.
A la, que voy a quitarme este ungüento de la "berola" que empiezo a oler a tex-mex, a preparar una crema de zanahorias con una cuchará de queso Philadelphia e ir a por mi niño mayor al cole donde va dando brincos de alegría.
¡Chhhhhh! ¡eh! a los de la depre post-vacaciones, a los que van arrastrando los pies al trabajo y escupiendo sapos y culebras, a los que se atormentan con el "ooooooooootra vez los malditos niños demonios cuellicortos  y sus juguetes enpantanados por el salón, a los que destinan frases emponzoñadas de veneno a los jefes, a las que se miran los pies y ven como se les ha convertido en una piedra pómez por culpa las sandalias, la arena y la piscina este verano, a todos y todas los que están con la retina fija en el reloj esperando que llegue la hora de largarse a casa o a la calle pero fuera del trabajo...a todos a todos a todos y a todas a todas a todas, deciros, que en la entrada a "rutina", hay un cartel muy bonito escrito por el ingenioso "Tarro de las Ideas" y que dice:
"Enamorate de tus ideas, trabaja con ilusión y recuerda que siempre, siempre, sale el sol. Hoy, es el día."