viernes, 22 de agosto de 2014

Algo personal

La imaginación, es lo único en esta vida que es libre.
Si escojo ingredientes de Emiratos y otros tantos de Lima (los pocos que he conocido en apenas dos meses), puedo preparar una receta que despertaría una envidia atroz a las mismisimas  tres estrellas Michelín de los hermanos Roca.
Pero es solo eso; imaginación. Ni se hace el mal, ni se hace el bien, excepto a uno mismo.
Cuando uno compara (y esto es cosa mía), involuciona.
Hay que aprender a aceptar y es una carrera de fondo.
Comparar Emiratos Árabes con Lima, es absurdo, no tiene sentido. Pero como decía Machado "la verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés" (ahí lo dejo, susceptible de conjeturas).
Varias personas me han preguntado; "¿estás mejor en Lima que en Abu Dhabi? ¿vivías mejor en Abu Dhabi que en Lima?". Y no contesto porque no hay respuesta. Y estoy diciendo la verdad.
Ya lo he dicho. No voy a comparar. Aquello tenía sus cosas buenas y malas. Sus cosas bonitas y sus cosas feas. Sus cosas de risa y sus cosas para llorar. Y este país, tendrá un tanto de lo mismo. Es cuestión de tiempo, nada más simple. Y como a todos los mortales de este mundo, vivamos donde vivamos, me sucederá lo mismo; tendré días mejores, días peores, etapas buenas y etapas malas. 
Y quien diga que su vida es de color rosa, que todo es maravilloso, que no tiene ninguna preocupación, ni pena, ni tristeza...que no me intente vender que yo no compro.
Aprenderé y desaprenderé para volver a empezar. Me equivocaré, corregiré y seré un poco mejor que unos minutos antes, me cerraré cual cripta y me negaré a probar ciertos platos de esta gastronomía, echaré de menos a los míos y conoceré a nuevas personas, quien sabe si me depara una sorpresa y al otro lado de mi "hilo rojo" se encuentra una o varias personas que enriquecerán más mi vida, remataré con la fotografía, me hará una ilusión loca hacer las maletas para ir de vacaciones a mi casa...
Y así, pasarán los dos años obligatorios. 
Y nada ni es ni será peor que, ni nada es ni será mejor que.
Simplemente, es y será diferente. Lo más importante, es sentirse bien con uno mismo, tratar de ver todas las cosas positivas que aporta la experiencia de vivir en otro país, que todo sacrificio tendrá su recompensa y que nada, es en vano.







jueves, 7 de agosto de 2014

Ahora sí estamos en casa


Nos sentamos en la mesa de la cocina; centro neurálgico de todas nuestras operaciones familiares.
Mediados de Agosto. Con pantalón largo y jersey caprichito de tejido tecnológico para que te transpiren los no transpiros.
Nos vamos a la playa, venga, una semanita. Vemos el sol, nos ponemos morenitos y regresamos con la batería a tope para enfrentarnos cual Leonidas en 300, al Jerjes de las mudanzas, al desbarajuste absoluto que reina en casa.
Pero tienen que ser pocas horas de avión, que si no los niños...
A si que sí, una semana de piscina, playa, paseo, palmera, buffet e invasión de picaduras de mosquito sin piedad. Todos y cada uno de ellos a los que se añadió una legión de insectos, me atacó con saña por todas partes.Una masacre. El mosquito pelotero, la araña blanca, la araña roja, las polillas, las luciérnagas, las chinches, las termitas, los escarabajos, langostas, tábanos...TODOS me han acribillado. Piernas, brazos, espalda, tripa, cogote...así estoy, como una falda de sevillana.Y ni frus fris ni fros frus ni fru fra ni fus fis ni (con perdón), ostias en vinagre.
Y sin querer darnos cuenta, me ví haciendo la maleta para regresar.
Cuando estábamos a punto de llegar a Lima, levanté la pestaña de la ventana del avión. Estaba amaneciendo. Teníamos esos colores cálidos encima, como si se pudiesen tocar con las manos.Debajo, un manto blanco impoluto. A la vista, infinito, esponjoso. Era como si estuviese viendo una superficie inmensa de nieve. Un mar de nubes.Y entonces el avión comenzó su descenso. Nos adentramos entre ese suelo de algodón y de repente, todo se volvió gris. Volvió a ser de noche. Me asomé más de cerca y comencé a ver los pequeños puntitos de luz de la ciudad. "No puede ser, pero si se estaba haciendo de día hace dos minutos". Descendíamos y descendíamos y continuaba gris. Gris oscuro. Aterrizamos y no había una brizna de luz. Nada.
Pensaba que era como si el mundo estuviese dividido en dos partes y nosotros viviésemos en el subsuelo. Abajo, en las catacumbas.
Y es lo que sucede aquí en Lima. Por eso lo llaman "panza de burro" cuya definición literal es: fenómeno meteorológico que consiste en una acumulación de nubes de baja altura que actúa de pantalla solar. Imaginaos. Ahí debajo es.



De modo que no es de extrañar, que las personas que viven aquí, en cuanto pueden, se marchan a buscar al astro rey a unas horas en coche. Tantos días grises terminan por contagiarte el alma del mismo color y tantos días con sol (y ya sabéis que hablo con conocimiento de causa), te la chamusca. Aún así, unas horas de luz, hace que todo sea más bonito; la piel cuando se broncea, las plantas, las calles, los edificios...
Aún no sé cómo lo llevaré. Siete meses al año en la gama de los humos, los marengos, los pálidos...son muchos meses. Solo espero que no me cale esta maldita humedad y me provoque moho en la personalidad.
Pero ya estoy entre mis cosas y mis cosas entre mí. Vuelvo a estar en mi hogar, a dormir en mis sábanas, cocinar en mis cazuelas, ver mis fotografías y lo mejor, poder ponerme mis botas altas, chaquetas y abrigos que no usaba desde hacía más de dos años.
A si que, cuando puse pie en esta Lima grey, en mi departamento,  me atusé con  una de mis sudaderas de capucha que olía a encerradodecajadecartónmásdetresmeses, mis calcetines con una pelotita morada en el tobillo de cuando tenía dieciséis años y mi pantalón de "chúndal" de estar por casa de toda la vida y mirando a esas torres infinitas de trastos, ropas, cacharros, envoltorios y demás cachiperris, grité emulando al citado anterior Leónidas, ese rey de Esparta: "  No les deis nada!!!!!!!!!!!, arrebatárselo todo!!!!!!!!!! ".
(Y hasta cuando lo escribo se me ponen los pelos de punta. Por las cajas y por Los 300).