sábado, 28 de abril de 2012

Oro y no del que cagó el moro


Con mejor o peor destreza que pueda tener escribiendo, por más que rebusque entre sinónimos, comparaciones, por más que piense, no consigo componer ni una sola frase que contenga una mínima descripción del hotel Emirates Palace donde estuvimos ayer.
Es el segundo hotel más grande del mundo y también es propiedad del Gobierno.
Costó alrededor de unos 2.000 millones de euros y sus 114 cúpulas de 80 metros de altura, son de oro.
Tiene su propio puerto deportivo y su helipuerto. Nada, simples minucias. Tú tienes tu Jata y tu garaje entre columnas y ellos esto.
Sus piscinas y alrededor, son como una isla del Caribe. Otro detalle sencillo.

Te recibe el tic tac de un gran reloj Rolex en la entrada principal y, dos filipinos impolutos y pulcros.
El tirador de la puerta, de oro. La puerta del ascensor, de oro. El aplique de la lámpara, de oro.
Y de repente, en el centro se encuentra su despampanante Cúpula principal.
Es...como...¿la Cúpula de San Pedro de Roma?, no sé...solo puedes guardar silencio y observar.
Si no fuese porque si aquí la preparas, te encierran en un chamizo para el resto de tus días, más de uno iría con una piqueta escondida para robar los grifos del baño.


Es absolutamente impresionante.
Y también lo es, que una habitación por noche, pueda incluso costar alrededor de los 6.000 euros y más.
El precio de los relojes de las joyerías que están situadas en uno de los pasillos centrales, ronda entre los 30.000 mil euros y hasta donde la calderilla te llegue.
Que te aburres, te bajas y te compras unos pendientes de perlas Australianas. Del mismo modo que yo cuando voy a la perfumería y subo feliz a casa con mi pinta uñas de L'oreal.
Deslumbrante y nunca mejor dicho.
En el año 2010, pusieron el árbol más caro valorado en unos 7 millones de euros. Como el de cualquier plaza Mayor.
Y decían que los romanos estaban locos.
Los de aquí, como cencerros, pero de oro, of course.




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