jueves, 22 de noviembre de 2012

El lado oscuro de la fuerza.




Qué ciudad del mundo, no tiene su cara amarga.
Ese lado que consigue en aquellos que tenemos el corazón "humanizado", apretujarnoslo, provocarnos esa inspiración profunda que nos abre un hueco al final de la garganta, que se queda un tiempo limitado en nuestras mentes y después (seamos honestos con nosotros mismos), marcha condescendiente al cajón de "no abrir".
A mí aún, las imágenes de hace unas semanas, me asaltan y me atrapa el silencio, preguntándome cómo es posible.
Los libros dicen, que la esclavitud se abolió a finales del siglo XVIII y por supuesto, aquellas personas que somos sencillamente eso, que tenemos alma, conciencia, consideración, sabemos que no es cierto.
La realidad de hoy, trata de un lugar alejado como lo es cualquier zona marginal.
Los colores y el aire lo van avisando. Hay más arena en suspensión que de costumbre, lo que no es gris, es negro, marrón, primos hermanos de los tonos agua residual.
No hay aceras, solo arena, solo suciedad, basura, montoneras de piedras, cascotes y entre medias, tres o cuatro pequeñas tiendas intentando sobrevivir pero que de algún modo, prestan los servicios mínimos.
Los centenares de trabajadores se apiñan en el suelo, sentados de cuquillas, esperando a su autobús, esperando a que les lleven a trabajar incontables horas.
Intenté sostener a uno de ellos la mirada pero no pude.
En sus ojos solo conseguí encontrar un vacío infinito o, una resignación absoluta. Nacieron donde nacieron, perteneciendo a la pobreza extrema y no hay nada más.
Nada más.
"Allí, en esos sitios es donde viven".
"No puede ser verdad".
Chamizos que parecían estar construidos de hojalata. Con minúsculas ventanas. Un espacio oscuro, sucio, con olor a insalubridad. Catres seguidos unos de otros con harapos. Ropas lavadas en un barreño y tendidas en el exterior, sujetas en dos palos clavados en la arena.
Sillas de plástico tiradas, hombres descalzos, basura y más basura.
Y les llevan y los traen a trabajar, 24 horas al día los 365 días al año.
"Los más afortunados" cada tres años creo, pueden ir a ver a sus familias un par de meses y, hay una tradición (que no siempre aplica), que al estar el marido ausente, cualquier pariente varón puede tener relaciones sexuales con la que es su mujer y tener hijos. Y para colmo, cuando se enteran de que ella, su esposa está embarazada, lo celebran; "voy a ser padre" dicen.
Pero ya, para ponerle la guinda a este triste y lamentable pastel, hay que oír que: "les pagan un sueldo, una habitación y sanidad, y esto está muy bien".
¿Le llaman sueldo a 200 euros al mes?.
¿Se lo llama un señor que gana alrededor de los 15.000 euros mensuales?.
Ese que no sabe ni quiere saber que llueve para todos por igual, que la miserable cifra que les pagan, es ridícula en todos los sentidos para ambos, para el que tiene y para el que no.
¿Habitación a un espacio cochambroso donde viven hacinados como judíos?.
Les faltó decir a esos malnacidos que además esa otra gente, la trabajadora, tiene un mobiliario muy versátil; camas donde se sientan, se tumban, comen y cenan.
Y yo señores, no puedo. Que me digan misa en arameo pero el marco legal, los vuelve vulnerables a la esclavitud.
He aquí, una minucia del lado oscuro de la fuerza.




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