lunes, 5 de noviembre de 2012

Cumpleaños





Pero porqué no escribir a cerca de ese día señalado en el calendario, el momento en el que nos sumamos como uno más al mundo, al fin de al cabo, soy yo el único miembro que se encuentra en el  backstage de este blog.

Hace 35 años, en el mes de Noviembre, me sacaron del vientre de mi madre Francisca, en el Hospital Santa Cristina de Madrid. Y ahí se frenan los datos.
No sé a qué hora salí del horno, no sé si lloré mucho, si nací con un chichón en la cabeza, quién fue la primera persona que me sostuvo en sus brazos o si me vistieron de rosa.
Qué palabras iban a aflorar en esos momentos de mis abuelos o tíos si estaban con la caída de la baba, si era la primera de la que ahora es una larga saga de primos y nietos.
"Eras la más bonita del nido, las enfermeras nos decían que buscásemos a la más guapa y que esa eras tú".
"...Y además, te iban enseñando al personal de la clínica; mirad qué hermosura...".
Eso es lo que se dice, se comenta cuando hurgo entre los recuerdos de mi familia. Por supuesto, ahora que soy madre y he vivido ese momento, creo que son palabras que están escritas en un folleto desde los tiempos de Moisés y el cual deben de darnos a todos los parientes con consanguinidad antes del momento del alumbramiento porque, si os paráis a pensarlo, son casi siempre las mismas o similares.
"Ogggggg, no puede ser más bonito, es igualito que el hijo del sobrino de mi abuelo que en paz descanse".
Y es mentira.
Una mentira como la catedral de Burgos.
Pero, debe ser, que a algunas de las personas que atravesamos el quicio de la puerta donde se encuentra una reciente mamá, se les (a mí no) implanta ese microchip de imaginación distorsionada e irreal.
Yo, he visto alguna fotografía con solera de mis primeros días y era un bebé normal, con mucho pelo, con una diminuta nariz y redondita.
¿De dónde coño (y perdonadme) se sacaron que yo era una belleza sin parangón?, nada, es lo que hace el amor de unos recién estrenados abuelos y tíos.
Mi hijo por ejemplo, era bonito porque todas sus facciones eran armónicas, un pequeño "Estrellita Castro" con sus patillas enroscadas delante de las orejas.
Estaba monísimo con sus pijamitas de animalitos y su peinado "chaqué" con raya al lao pero no era un bebé que provocases desmayos por su belleza.
Pero bueno... ay que ver como pasan los años...
Mi abuela, a través de skipe, cuando me felicitó me decía mirando no sé si a su teclado o a donde la pobre: "ay Dios mío...hija qué mayor te haces...".
Claro abuela, claro y tú ahí sigues, que como dice un personaje famoso de mi pueblo; eres como un martillo al sol.
Y, sabéis qué, que no me importa cumplir años (de momento, y si me importase, daría igual). Porque es un año más de conocimiento, un año más lleno de experiencias que aportan sabiduría en mayor o menor medida, que puede contener una batalla, un camino de rosas o ambos.
No me importa porque es un año más que cincela nuestro ser, que perfecciona y define nuestro carácter y nuestra forma de sentir.
Tampoco me importa porque es un año más en el que me doy cuenta (aún más si cabe), de que el pan, el pisto y los huevos fritos son mi comida favorita por más platos nuevos que haya probado y que, cada vez, me cuesta más respetar a quienes no respetan.
Desde luego, que probablemente a medida que las hormonas sigan con su particular camino de Santiago y comience la irremediable etapa de "descolgamiento y flacidez", levantaré varias injurias aderezadas con un buen puñao de palabrotas.
A si es que, queridos lector@s, me llamo de dos maneras: Mª Paola o Paula María y estoy encantada de haber cumplido mis 35 castañas aquí, en una ciudad donde el agua gira al revés y hay tormentas de arena.
P.D: Lo que más he echado de menos es, ese par de leotardos o bragas regalo de mi querida abuela.





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