martes, 25 de septiembre de 2012

El misterio de los comercios vacíos


Arqueamos las cejas siempre que pasamos junto a uno. Siempre vacío. O casi siempre.
No son muchos los que se encuentran a pie de calle puesto que la temperatura no es la idónea de momento como para caminar, pero también llegamos al mismo diagnóstico.
Tiene que suceder algo que desconocemos porque esto en España tiene un nombre: tapadera.
¿Cómo es posible, que un restaurante con una zona donde poder comprar ciertos productos de alimentación por ejemplo típicos de Italia, tenga a ocho camareros deambulando por el local sin saber ni donde ponerse?.
Ocho. Desde el punto del día, al punto de la noche.
¿Cómo es posible que fuera, en la puerta, haya una persona en una banqueta, refugiada bajo una sombrilla esperando eternamente a que alguien entre?.
Y símiles como este, todos.
Frente a nuestra casa, hay una galería de productos cosméticos, perfumería etc.
Desde las firmas más accesibles hasta las que cuyos precios, te vuelven los ojos del revés.
Dos plantas y cada una tendrá fácil unos 600 metros cuadrados.
No puedo contar las veces que hemos pasado por allí, incluso atajado en vez de dar la vuelta entera a la manzana y volvemos a lo mismo; jamás hay un alma excepto el de las dependientas.
Porque detrás de cada firma, hay una, que te observa minuciosamente mientras atraviesas un interminable pasillo flanqueado por los perfumes y potingues más lujosos.
Y solo silencio.
Bien es verdad, que la cultura del Mall (centro comercial) es la que prima.
Echemos un vistazo a un viernes que es vuestro sábado.
Amancio Ortega aquí no gana dinero, os lo digo yo.
Surrealista: un Massimo Dutti con su ropa perfectamente colocada con escuadra y cartabón a las seis de la tarde de un fin de semana. "No puede ser" diréis. Pues es. Quizá...alguna vez....puede haber un par de chicas echando un vistazo...puede...y yo por supuesto haciendo un barrido de cada rincón.
Un Zara...que es el Sarajevo de la ropa...idem de idem. Sí podemos encontrarnos a diez personas, una docena....también es cierto, que aquí llegó hace un mes la ropa de invierno, un absurdo absoluto con los días de "temperatura" que aún tenemos. Un jersecito de cuello alto a cuarenta grados, lo único que puede conseguir es que te de una subida de tensión y se te salten los empastes.
En el resto de tiendas de gama alta, puede haber un par de personas soltando bien de dirham.
Aún así, aunque en el mismísimo Tiffanys haya a veces dos o tres personas esperando, o en Rolex o Bvlgari, llama la atención de manera descarada, de la falta ya no de clientes, sino de público en los comercios.
Es normal que en un Starbucks haya varias personas empapuzándose un muffin o en algún determinado restaurante grupos de gente comiendo, o en Carrefour haciendo compra, pero el resto, está todo vacío.
Todo, todo, todo.
Es como cuando vas en pleno Agosto de compras en España; todo tan bien ordenado, nadie dándote codazos en la barra mientras pides un café, nada de miradas asesinas en plan "como te lleves esa camiseta que es la única que hay, ta´rranco el brazo...".
Más de un susto gordo me he llevado yo al doblar la esquina de La Brioche (una cafetería debajo de casa). Allí están las camareras mirando por el cristal, petrificadas (ellas y los bollos tras el expositor)...y claro, cuando te ven pasar por fuera, de repente cobran vida y te lanzan una sonrisa. La primera vez, cerré los ojos y hasta me llevé la mano al pecho.Tropecé en la acera y al bajar el pie de nivel, me desollé el tobillo.  La Virgen qué susto.
Es demasiado extraño.
Algo se trama tras tanto escaparate.
¿Qué será será?




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