sábado, 15 de septiembre de 2012

Corre no sea que llegues tarde



En realidad y para ser totalmente sincera, me gustaría escribir sobre un asunto que no es en absoluto aconsejable y menos, cuando hace unos días reaccioné como una inconsciente. No por lo que dije, que estaba más que justificado, sino por las consecuencias. Porque escupí verdades como puños. Unas líneas más abajo, comprenderéis de qué os hablo.
En fin, hay mundos que están en el siglo XXI y otros en el mismo, pero parece que antes de Cristo.
Y pasan los días y no dejo de sorprenderme.
De modo que el motivo real sobre el que querría preparar un buen párrafo, se queda de momento en stand by.
Dejando pues de "meter los perros en danza", paso a otro tema no menos interesante.
Seguridad vial -57, galletas con vuelta de campana, aplausos, vítores y fallecidos 100.
Desde hace a penas un par de semanas, llevo al peque al colegio en coche. No es el Hummer de Oratio Caine en CSI Miami, pero grandecito es.
La primera, me la llevé en la frente.
A la valla de salida del parking, le entró una especie de temblaera justo cuando iba a salir, de modo que a fin de no jugármela, discurrí un poquito y abrí la valla de entrada y así, salir por ahí. Apuré tanto para no cepillarme el retrovisor izquierdo que sin darme cuenta (lo juro), hice un rasponazo en un lateral con la valla indecisa; que arriba, que abajo, que arriba, que abajo.
Al de detrás, un Nissan Pathfinder, le afeitó bien el hocico.
El caso es que yo dí por hecho que no la había preparado y comencé mi trayecto.
Para poneros en antecedentes, os diré que hace cinco años, en esta ciudad no existían los radares de velocidad; se podía ir a 350 o a lo que diesen de sí los caballos del motor.
Por supuesto, es uno de los tres países del mundo con mayor mortandad en accidentes de tráfico.
Pero no solo por la velocidad.
He comprobado y compruebo, que adelantan por la derecha y por el arcén. Adelantan por la izquierda, por el medio y un día de estos, se suben por encima.
Los intermitentes, los tienen capados.
Los pasajeros que pueden ser 2 o 14, van sin cinturón de seguridad. Desde los adultos a los más pequeños.
No importa si no caben en un carril entre dos coches, ellos se meten y una de dos, o frenas o te estampas.
En las rotondas solo tiene prioridad la valentía que tengas. Yo cuando llego a una pienso, "y para qué me voy a tirar en parapente, si más emocionante y arriesgado que esto no hay nada".
Ceda el paso no. No no no. Te cedo mi vida, es lo que quiere decir la señal, porque los ignoran. Se meten hasta la cocina y oye, si llega uno y les endiñan arrastrándoles 500 metros...pues mira qué día tan divertido.
A si que, yo soy la rara, que me quedo en mi carril quietita guardando la distancia de seguridad todo lo que puedo viendo como se cruzan 5 carriles a 150 y sin intermitentes, porque repito, que los tienen capados, estoy convencida.
Pero ya, el colofón, la guinda y el copete es, que aquí la basura oye, debe ser biodegradable al 100% porque o bien la tiran al suelo o por la ventanilla del coche. Da igual que sea el envase de un Fairy que las mondas de un kiwi o, como me ocurrió a mí el otro día, una bolsa del Mc Donald´s con todo su contenido.
Iba yo por mi carril, a 100 tan tranquilita, cuando por mi izquierda apareció una tanqueta con los cristales tintados. Avanzó un poco más. Bajaron la ventanilla del copiloto y me tiraron lo que os cuento, una bolsa de papel  de la que salió volando un vaso con su pajita y que, fue a estamparse con la luna de mi coche.
Y ¿cómo iba a reaccionar yo llevando a mi hijo detrás? pues le pegué la pitada padre, bajé la ventanilla, me cagué en todo lo que se empina pa´rriba y después...ahí es cuando perdí los papeles y cometí una imprudencia que me podía haber costado la cárcel; llamarle cerdo. En inglés.
Con la pitada, se dieron por aludidos y bajaron su ventanilla, cuando solté el bramido x, me perdonaron la vida y continuaron.
Porque podían haberme denunciado y haber venido la policía a buscarme a casa. La multa hubiese sido de muchos ceros o algo peor.
Y porque no se me ocurrió lucir el dedo, de lo contrario, estaría en  la celda 211 con  Malamadre.
Menos mal, que yo aprendí a conducir en una ciudad que es como una especie de jungla donde el miedo se anula, desarrollas el riesgo, la visión (te pueden crecer hasta ojos en las sienes), la verborrea y toda jerga malsonante, donde el coche no arranca si no sabes decir bien alto y claro: ¡¡¡¡¡¡¡¡¡vamos coño!!!!!!!!!!...
De manera, que mal que bien, algo de callo tengo y no temo al ponerme en ruta cada día.
Porque ya sería el acabose.




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