lunes, 21 de julio de 2014

La experiencia es un grado


No sé cual sinceramente; si de primaria, secundaria, terciaria o de alcohol en sangre.
Pero lo es.
Una verdad incuestionable.
La primera vez, piensas y cuentas a la gente: "si...vienen los de la mudanza mañana, embalan y se largan. En dos meses me llega todo al otro cono. Al cono comodín". Así. Lo sueltas así como cuando pides cuarto de jamón york. Como si fuese una frase común en tu vida y saliese de manera espontánea sin pensar. Como si no tuviese ni pena ni gloria. Y no querid@s míos. No. Nada más lejos de la realidad.
Llegan unas personas con un armamento de tal magnitud de herramientas y materiales, que no sabes si van a momificarte con papel burbuja, si van a convertir tu casa en un laboratorio tipo Breaking Bad...no sabes.
En cuestión de horas, si tu madre por casualidad ha ido ayudarte con los niños o a llevarte un tupper con sopa de cocido, y, te descuidas fugazmente, un segundo, un abrir y cerrar de ojos, un suspiro, un instante...la embalarán con todo lo demás. Donde la colocarán en el inventario, lo desconozco (probablemente en el apartado "artículos de cocina", junto a la thermomix), pero que la empaquetan, de fijo.
Y, llegado el medio día, se acabó.
Tu casa vacía.
Ni un zarrapo de nada. Ni una huella de tu vida material. Ni un ná de ná.
Entoces, "tu primera vez", te marchas con tu cronograma en la agenda. Con tus subrayados en fosforito. Con tus post it. Con total certeza  de que esos señores decían la verdad.
Ay qué lástima....alma de cántaro...pronto los supuestos días anteriores a la entrega de todas tus cosas, se tornarán grises y crispados. Perderás los nervios y gritarás a los cuatro vientos que no puedes vivir así, en el abandono material.
- "Señora, quiere el agua fría o del tiempo".
- "¡¡¡¡¡¡Quiero mis putas cosas es que no lo entiende!!!!!!!!!!!.
Y entonces no sabrán si traer un pila con agua bendita y practicarte un exorcismo.
Cuestionarás cada explicación, te convertirás en el  incrédulo de los incrédulos y jurarás ante la biblia que los meterás a todos en la cárcel por sinvergüenzas.
Tus enseres, todo, aquellas cosas que yo, durante nueve años he ido adquiriendo poco a poco, mis muebles, aquellos que imaginé que un día tendría, elegidos con todo el mimo del mundo, mi infinidad de fotografías, la descontralada cantidad de tazas de desayuno procedente cada una de un país del mundo...el libro mugriento de recetas de cocina de mi madre que perteneció a mi abuela, a mi bisabuela..., todo, todo mi todo.
Estarán en una caja metálica inmensa viajando por el mar, sin saber ni dónde están ni cuándo llegarán, ni lo que habré de pagar para que lo dejen entrar en el país.
Pero todo momento llega y cuando ya estás rodeado de todo lo tuyo, vuelves a sentirte abrigado, en paz.
En dos años y pico, te vuelves a marchar. Y la historia se repite. Vuelve haber información sesgada, vulnerable a los cambios repentinos. Y nadie te dirá si tu carga ha salido de puerto 20 días tarde porque el buque no tenía espacio en esas fechas, o que de repente la naviera ha decidido hacer una parada en el estrecho de Panamá como el que para a tomarse una caña antes de ir a comer a casa, o que han cambiado la ruta y que el barco da media vuelta y se larga a Marruecos, ni te dirán qué impuestos reales habrás de pagar a parte de la cuchillada el día de la firma del contrato.
Y dependes otra vez de un segundo, de un tercero, de un cuarto, del capitán, del buque, de la naviera, del puerto, de la aduana, del inspector y de la madre que parió a Paneque.
Y entre medias, aunque yo me autoimpongo una orden de alejamiento al correo electrónico para no liarla parda, flaqueo y no me resisto y aparece ese sobrecito amarillo... ese mail en tu inbox diciendo que debes dinero. Porque siempre debes dinero. De lo que sea. Pero lo debes. Y como estás hasta las mismisimas pelotas de dormir en una cama de faquir en el suelo, pagas. Lo que sea. En doblones de oro si hace falta.
Pasan los días. Las semanas. 55 días eran los previstos y vamos por el 82.
Pero como el título de esta entrada, la experiencia es un grado y es curioso cómo uno, aprende a gestionar sus emociones cuando ya sabe las variables. Cómo yo, he aprendido a domar mis nervios y a no permitir que se altere mi mapa mental. La manera en la que puedo hablar del problema sin que los decibelios derriben el tabique.
A ver; mesa y mantel que nos toca echar la partida.
Estas son las cartas. O aprendemos a jugar con ellas y las manejamos o nos manejan ellas a nosotros.
De todos modos, si la barrera de la paciencia acaban por franquearla, seguiré escribiendo aunque sea desde la cárcel.



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