jueves, 10 de julio de 2014

Un mes. Fase de Aclimatamiento.


...Desde que montamos en el avión.
Desde que en la garganta se me colocó un nudo marinero de soga.
Desde que me salieron las lágrimas a borbotones cuando me despedí de los míos.
Desde que llegamos sin ser conscientes que llevábamos más de 13 horas de viaje.
Un mes.
A si que, veniros conmigo de paseo, que vamos a dar una vuelta por el barrio mientras os voy contando.
Tranquilos; es una vuelta corta.
No tenemos puerta de casa. Tenemos puerta de ascensor directo. Lo "jalamos". En castellano, lo subimos.
Saludamos a Walter o a Wilson, nuestros porteros 24 horas que siempre, muy amablemente nos abren la puerta del portal.
También saludamos al portero del restaurante "Tragaluz" que tiene no sé por qué muy buena pinta. El portero es negrito y como un armario Ekterpöktttkport de Ikea.




Hay verde por todas partes. Asomarte al balcón de casa y ver un parque, los capirotes de las palmeras y un pequeño estanque lleno de tortugas, es bonito.
Vamos dando un paseito tranquilos por el parque y por el malecón de Armendáriz de camino a una zona conocida del barrio.




Pasamos por la Iglesia Virgen de Fátima de la cual, oímos las campanas los domingos. Cuando era pequeña y vivía en mi pueblo, oía el repiqueteo y creo que es ese recuerdo, lo que hace que me gusten cuando tocan a misa.



Vamos observando lo alto que estamos. Abajo, el mar. La falda de la montaña tan verde y tan empinada. Si sopla el señor viento, veremos los colorines de los paracaídas y los surfistas, con sus licras negras como pequeños tiburones, bailando encima de las olas.



Podemos bajar a Larcomar.
Es un pequeño complejo descubierto de tiendas y ocio, ubicado dentro de la misma montaña. Sea cual sea la hora del día, tiene visitantes y, hay algún restaurante que ya lo hemos incluido en la lista de favoritos. Al no haber una temperatura inferior a los 19 grados, pese a que haya muchísima humedad, sentarse en una de sus terrazas, con la estufita y tomarte un café, se hace muy apetecible.


No os llevo más para allá, que ni me apetece ni lo conozco bien.
A si que rapidito, vamos para acá. Vamos de vuelta por el malecón de la Reserva, de Armendáriz. Vamos levantando la gaita para ver los balcones inmensos de los edificios más nuevos.
Y llegamos al barrio de Barranco. Vuelta rápida porque se merece una entrada mucho más digna que tres pinceladas.
Es nuestra Malasaña. El barrio bohemio y pintoresco.


Observamos sus casas coloniales de colores, las flores, los árboles, cada rincón, cada escondite. Y en unos momentos, llegamos al puente de los Suspiros, donde dicen, si lo cruzas conteniendo la respiración mientras piensas en un deseo, llega a cumplirse.



Un momento. Vamos hacer un pequeño descanso. Entremos en La Bodega Verde.
Es como una casita de cuento. Con su jardín de cuento. Con sus plantas de cuento. 
Muchas bebidas y comidas son ecológicas y orgánicas, pero lo importante, que es lo que nos gusta siendo francos, es que está todo muy rico y muy bueno. Punto.



La frase que encabeza la puerta es, porque ésta es bajita y si no andamos con cuidado, podemos dejarnos el cráneo.
Y ya.
Nos volvemos tranquilamente para casa.
Ha sido un paseo corto y breve, que sin embargo espero os haya gustado, pero aún mi desconocimiento no me permite escribir muchas más líneas sobre Miraflores, nuestro nuevo barrio y menos de la inmensa Lima.
Vamos poco a poco lectores. Poco a poco pero vamos, que es de lo que se trata.
Prometo que la siguiente entrada, sin tanta demora, será mucho más jugosa y más acorde a la escritura del Alquiler de los Valientes.






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