jueves, 31 de octubre de 2013

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El día 24 de Febrero de 2009, nació mi hijo mayor.
Después de 16 eternas, angustiosas y agitadas horas.
Todo acabó en una cesárea realizada por un médico al que no había visto en mis 9 meses de embarazo. Un médico que solo se dirigió a mí con una frase de presentación. Él mismo, sacó los guantes de látex de una caja y él mismo se puso la bata y se la ató.
Solo recuerdo un nivel de drogas en vena considerable que me tenía totalmente aturdida y las agujas de un enorme reloj en la pared de enfrente.
Marcaban las 19:15 de la tarde. Martes de carnaval.
Pasados unos minutos, una enfermera con uñas pintadas de rojo y una chaqueta de punto marino llena de pelotillas, trajo entre sus brazos a mi bebé envuelto cual crisálida y me lo enseñó de lejos.
Y no sentí nada, solo le sonreí.
"Ha nacido con un chichón" oí en una voz también desconocida.
Sí pensé entonces, que después de esas 16 horas intentando empujar para salir siendo del todo imposible, era lo menos que podía haberle pasado.
No me queda resquemor pero siendo honesta, diré que fue la experiencia más aséptica que he tenido en mi vida cuando debería haber sido uno de los momentos más especiales e invadidos de emoción del mundo.
Fue un momento carente de sentimientos.
Debido a los problemas de salud y un largo etcétera que sucedieron durante los tres primeros años de vida de mi hijo, varios médicos diagnosticaron que estaban del todo relacionados con el nacimiento.
Y a día de hoy, no me sorprende. De hecho, les doy toda la credibilidad.
Y todo aquello sucedió hace ya casi 5 años.

Pasado mañana, 2 de Noviembre de 2013, en el between del cumpleaños de mi abuela Felicidad y el mío, nacerá si Dios o Alá quiere, mi segundo hijo; Martin.
"¿No tienes miedo? dar a luz allí...en ese país...tan diferente...hablando todos inglés...".
No, no tengo miedo.
Pero no tengo miedo porque como ya os conté en otra entrada, he perdido el miedo al idioma.
Y he perdido la estupefacción que provoca el carácter de la gente de este lugar.
Soy de esas que creen, que todo ocurre por algo en esta vida y en este nuevo nacimiento, solo estaremos nosotros; los Rubio López. Sin nadie más.
Cuando me lleven a la habitación, solo estaremos los cuatro experimentando la sensación de tener a un nuevo miembro entre nosotros. Unicamente. Nuestra propia familia. Mi familia.
Soy consciente de la algarabía de hormonas en esos momentos. Puede ser que no deje de llorar, que no deje de reír...no sé que lazos estrecharemos Martin y yo cuando pasemos todas esas horas los dos solos y sean mis brazos los únicos que lo cojan para darle de comer por las noches.
Solo tengo la certeza de que será distinto; él y yo solos. Un cara a cara. Un mano a mano.
Solo sentirá de cerca la voz de su padre y de su hermano.

De modo que, querid@s amig@s, cuando me sienta con fuerza para poder ponerme delante del teclado, os contaré cómo ha sucedido este nuevo acontecimiento que a buen seguro, estará cargado de anécdotas.









1 comentario:

  1. Paulaaaa, ánimo y mucha suerte, seguro que esta vez será una hora cortita, y espero que disfrutes del momento. Un besos enorme y mantenednos informados.
    Besos! Rosa V.

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