domingo, 13 de enero de 2013

23


Me he traído en la maleta del pensamiento, guardados los 23 días que he pasado en mi tierra de sabor.
23 días de sabores autóctonos, sabores de familia como es esa sopa "al cuarto de hora" con picatostes fritos, chocolate con porras y churros, cocido con bien de condumio, jamón, mucho jamón, arroz con leche, tostadas con aceite de oliva y tomate, judiones de La Granja, vino Rioja, corderito lechal, chorizo de Cuéllar...
Olores a tierra húmeda, a chimeneas, al característico cafetito con tostadas de los desayunos en las míticas cafeterías de Madrid, a castañas asadas, al perfume centenario de mi abuela y uno nuevo para mí que he descubierto y que marcará el 2013, también traigo conmigo el favorito de mi casa concentrado en velas con aroma a naranjo y jazmín.
Y por supuesto, agarrados bien fuerte de mi mano cada día, irán los achuchones de la familia, los incontables besos, los dos días con mi hermano, las risas de mis amigas Cuéllaranas y sus buenas nuevas para este año, parrafadas con otras tantas, paseos por esos barrios tan llenos de historia y encanto, los cotilleos por todas esas tiendas tan peculiares y bonitas...
23 días cansados pero llenos a rebosar de energía que creo, y lo digo con todo el convencimiento, que no se va agotar una vez llegado el verano.
Porque esta ciudad, nos ha dado la bienvenida con un cambio de look desconocido; ha llegado la colección primavera/ verano.
Nos ha recibido con un clima perfecto y que le queda de miedo, que ha hecho que el verde tenga más lustre y sea más vivaz, que hayan podido plantar millones de petunias de colores, que el viento practicamente primaveral, haya despejado el cielo dejándose ver azul y que los pájaros, puedan volar sin temer a Lorenzo.
Hoy, es de esos días en los que tengo el privilegio de poder decir, que soy muy feliz y, muy afortunada.





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